“Herodes llegó hasta el colmo de encerrar a Juan en la cárcel” (Lucas 3:20)
Herodes fue un personaje oscuro y tétrico. De esos que abundan asociados al poder. Creen ser superiores sólo porque tienen la posibilidad de tomar decisiones que afectan la vida de otras personas.
El legendario Abraham Lincoln, quien fuera presidente de los EE.UU. en el momento más difícil de su historia escribió: “Casi todo hombre soporta la adversidad; si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”. Tal cual, es la medida de la mayoría de los seres humanos.
Juan el Bautista tenía la misión de preparar el camino para el ministerio de Jesús, sin embargo, no podía hacer caso omiso de lo que ocurría en su momento histórico. Herodes, como todos los que hacen del poder el centro de sus vidas, no podía aceptar que un medio mendigo devenido en profeta le reprendiera por su conducta, así que lo encerró en la cárcel... el resto es historia.
El poder es una droga. Produce adicción. Logra que las personas más cuerdas terminen haciendo tonterías, sólo para mantener una cuota de poder. Lo que muchos no alcanzan a entender es que el poder es simplemente un símbolo, porque efectivamente, no tiene el efecto que ellos quieren, para empezar, el poder no se mantiene para siempre, aunque muchos han hecho lo inimaginable para perpetuarse en sus cuotas de poder.
Max Weber, el sociólogo alemán, advertía hace mucho sobre los peligros de la concentración del poder. Los que concentran poder terminan sirviendo a sus propios intereses y no escuchando a nadie, aún cuando estén definitivamente, cometiendo serios errores. De hecho, la mayoría de los déspotas del poder, terminan aislados de la realidad porque no se ocupan de analizar ni escuchar.
Herodes terminó siendo un maniquí de sí mismo. Un pobre hombre manejado por el miedo a perder el poder. Su muerte horrenda (Hechos 12:23), no es sino un presagio de lo que ocurre finalmente cuando alguien se enceguece por el poder, al grado de perder todo contacto con la realidad. El poder, en sí mismo, es un riesgo, mantenerlo a raya es prevención de desastres.
¿Qué vínculos tienes con el poder? No se necesita ser rey para tenerlo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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