Sólo un muchacho


“Un muchacho está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos peces pequeños” (Juan 6:9)

Juan es el único que cuenta que los panes y los peces que fueron la base del milagro que Jesús hizo para alimentar a más de 20 mil personas fue producto de la generosidad de un joven que no tuvo reparos en entregar todo lo que tenía para alimentar, posiblemente, a Jesús y sus discípulos.

A menudo suele hablarse del milagro de los cinco mil, lo que es un error. Cinco mil eran los varones, que era a los únicos que se contaba y todos debían ser mayores de 12 años. Si suponemos que había por lo menos una mujer por cada varón (a lo mejor más, porque solían seguir a Cristo más mujeres que hombres), y si hubiese habido al menos dos niños por adulto, como era más o menos el número de hijos, no hay que olvidar que la medida de hijos por familia era de seis niños, la multitud estaba compuesta por al menos 20 mil personas. Pero, como el sexismo ya existía en esa época, sólo contaban a los varones, porque para su mente estrecha, eran los únicos que importaban. Una correcta lectura del texto debería decir 5000 hombres, sin contar a los niños y a las mujeres.

¿Quién era el joven que entregó sus posesiones alimenticias a Cristo? No lo sabemos. Como es común en la historia, muchos héroes permanecen anónimos, algunos porque no quieren ser reconocidos, y otros, simplemente, porque luego de ocurrido el hecho asombroso, muchos suelen olvidarse de quienes lo hicieron posible.

¿Habría podido hacer un milagro Dios, a través de Jesucristo, para alimentar a la multitud? Ciertamente. No hay que olvidar que Dios alimentó a millones, todos los días durante cuarenta años, dándoles maná en el desierto. No necesitaba Jesús del pan y los peces, sin embargo, el efecto era extraordinario, y además, no podía dejar pasar la generosidad de aquel muchacho que había dado todo, sin saber, que se produciría un milagro.

Ese sea tal vez la lección más importante. Para que el milagro sea posible, se precisa previamente de una actitud de entrega tal que se esté dispuesto a dar todo, sin esperar nada a cambio. Siempre he creído en la inutilidad de pedir fervorosamente milagros a Dios, de hecho, la mayoría de los que presenta la Biblia no vienen por pedido, sino por voluntad de Dios. En todos los casos, cuando han descansado, previamente, plenamente en Dios.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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