“Es ya del dominio público que hay entre ustedes un caso de inmoralidad sexual que ni siquiera entre los paganos se tolera, a saber, que uno de ustedes tiene por mujer a la esposa de su padre” (1 Corintios 5:1)
No sabemos el nombre de la persona a la que se refiere Pablo. Lo único que se observa es el enojo que el apóstol tenía por la situación. No es exactamente un “incesto”, no es que ese hombre esté casado con su madre. Era muy común en el mundo antiguo que se concertaran matrimonios, no sería extraño que esa mujer hubiese llegado a ser esposa de ese hombre a la fuerza, pero de todos modos, Pablo lo veía como algo impropio, el que el hijo, finalmente se hubiera casado con ella, que había sido esposa de su padre.
Hay muchos “acusadores de hermanos” (Apocalipsis 12:10) que les encanta estos versículos. El apóstol no escatima su reprensión a la situación. Las palabras del apóstol son fuertes, habla de “entregarlo a Satanás” y aunque no lo dice explícitamente, lo que queda en mente es que hay que expulsar a dicha persona. Los “limpiadores” de la iglesia, les encanta este versículo, porque los “autoriza” a expulsar a todo aquel con pecado evidente.
Sin embargo, pocos leen la contraparte. La reacción de Pablo posterior. Al pasar el tiempo, el apóstol recapacita, se da cuenta que ha sido demasiado tajante y se ha dejado llevar por un celo que hace daño, así que en la segunda carta que les escribe suaviza su discurso y les dice expresamente que está compungido, porque se da cuenta que les ha causado tristeza. Luego reconoce que la situación ha sido difícil. “Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a mí; hasta cierto punto --y lo digo para no exagerar-- se la ha causado a todos ustedes” (2 Corintios 2:5).
Dicho esto pide que actúen de una forma distinta con la persona que él mismo ha juzgado en su primera carta. Sus palabras están llenas de compasión y ternura. “Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él” (2 Corintios 2:6-8). Engrandece a Pablo el darse cuenta que actuó de una manera impulsiva y luego, corrige su error. No está excusando el pecado, pero si da cuenta que una cosa es reprender y otra distina restaurar con amor.
¿Eres juez y condenador o procuras restaurar a quien se equivoca?
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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