Herida por las circunstancias


“Cuando la hija del faraón abrió la cesta y vio allí dentro un niño que lloraba, le tuvo compasión, pero aclaró que se trataba de un niño hebreo” (Éxodo 2:6)

La Biblia no da su nombre, pero una antigua tradición señala que se llamaba Batia, sin embargo, el historiador judío Josefo da un dato más preciso al señalar que su nombre era Termutis, hija de Tutmoses I. Como sea, Jocabed tuvo la sagacidad de esconder a su hijo en una cesta de mimbre y ponerlo en el rio Nilo con la esperanza de que alguien caritativo viera al niño, se compadeciera de él y no lo asesinara, como había ordenado el Faraón. Lo que no sospechaba es que aquella persona sería la misma princesa del palacio real, y tampoco contaba con que su hija Miriam tendría la agudeza de ofrecerla a ella como nodriza del niño.

A los 12 años de edad Moisés, nombre que en egipcio significa, “salvado de las aguas”, fue conducido al palacio donde se crió entre cortesanos y nobles, como si fuera hijo de Termutis.

Nada nos dice la Biblia sobre ella, sin embargo, princesa o no estaba condenada a vivir de acuerdo a las normas propias de esa época entre los faraones, lo más probable es que fue obligada a casarse con su propio hermano, tal como se estilaba en ese momento, para asegurar que la sangre real no se “contaminara” con la herencia de otra familia, una costumbre que le trajo serías consecuencias genéticas por la endogamia a la que se veían expuestos.

Crió a este niño como si fuera su propio hijo, contra toda comprensión lo incertó en la corte y fue aceptado como heredero natural, cosa que contrasta con las prácticas habituales en ese momento, sin embargo, la gente hace cosas que escapan a toda lógica.

No obstante, cuando Moisés creció, terminó renunciando a la corte del Faraón, huyó y renegó de su pasado en la corte, lo que sin duda debe haber significado un gran dolor para Termutis que debe haber interpretado dicha actitud como una actitud desagradecida hacia ella y todo lo que había realizado. Es interesante la forma en que se desencadenan los acontecimientos, de un momento a otro todo cambia. Algunos sugieren que Dios manipuló los acontecimientos para que ocurriesen así, no obstante, la divinidad no actúa así. Fueron las decisiones de todos los actores los que hizo que los acontecimientos tomaran ese giro dramático y épico.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo


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