“Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella” (2 Reyes 22:14)
Hulda era una mujer importante. Tal vez no alcancemos a dimensionar su importancia porque la mayoría de los relatos en los que es mencionada fue escrito por varones, y obviamente, por el tiempo y las condiciones culturales en las que fueron escritos, difícilmente le darían el mérito que merece, pero que a todas luces muestra que había ganado un prestigio y una autoridad que algunos se niegan a reconocer.
¿Cómo sabemos eso? La comitiva que se dirige a hablar con ella no sólo reseña la gravedad de la situación que se le va a consultar, sino la autoridad que ella gozaba.
Los detalles en este caso son importantes. No le piden que ella venga al rey, son los emisarios del monarca los que se dirigen a su casa, expresando con ese hecho la autoridad que le reconocían.
Ella vivía en la ciudad de Jerusalén y dentro de las murallas, lo que significa que tenía recursos propios y una casa, cosa extraña para una mujer, y si su propiedad estaba en la ciudad, no eran escasos los bienes que poseía.
Se dirigen hasta su hogar para hablarle, Hilcías el Sumo Sacerdote; Ahicam el padre del futuro gobernador; Safán, secretario de estado; Asaías, uno de los oficiales del rey, y Acbor, otra persona con autoridad real.
No va una comitiva de esas características a dialogar con alguien a quien no se respete ni tema. De hecho, el que esos personajes la visiten muestra la autoridad que le concedían a Hulda no sólo como profetiza, sino como mujer. Lo sorprendente del caso es que el consejo de Hulda fue inmediatamente puesto en práctica, lo que dio como como resultado amplias reformas religiosas.
Decir que no había mujeres de autoridad en el mundo israelita, es simplemente, ignorar estos relatos. No sólo el sumosacerdote se somete a su liderazgo, sino el mismo rey. Ojalá tuviéramos otra mirada a la historia y entendiéramos que Dios da liderazgo no por género, sino porque él lo decide, así sin más que agregar. El sexismo no es la forma de actuar de la divinidad bíblica, aunque a muchos les pese admitirlo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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