Una mujer astuta


“Por eso mandó traer a una mujer muy astuta, la cual vivía en Tecoa, y le dijo: —Quiero que te vistas de luto, y que no te eches perfume, sino que finjas estar de duelo, como si llevaras mucho tiempo llorando la muerte de alguien” (2 Samuel 14:2)

A diferencia de la mujer de la reflexión de ayer que es llamada una “mujer sabia”, la de hoy es mencionada en la Biblia como “una mujer astuta”. Probablemente en el contexto social actual su conducta sería reprobable, pero antes de tirarle piedras, hay que entender el contexto.

Las mujeres de tiempos de David y Joab no tenían derechos. Eran obligadas a casarse con quien lo decidieran sus padres, hermanos o parientes varones más cercanos. No tenían derecho a oponerse si su marido decidía tener otra mujer y tampoco, elegir no ser madres, al contrario, si no tenían hijos eran despreciadas y en muchos casos, tiradas a la calle como se expulsa a un ser despreciable. Los varones que eran familiares, llámese padres, hermanos, tíos, suegros, esposos e incluso hijos, tenían derechos de vida y de muerte sobre ellas. Si alguien la asesinaba y era de su familia, en general, no ocurriría nada, a menos que el asesino fuera un extraño y en ese caso, debería pagar una indenmización monetaria por haber dañado “propiedad ejena”.

Por esa razón, y esas condiciones degradantes en las que vivían, habían aprendido a sobrevivir con astucia, hablando poco, alejándose de problemas y en general, haciendo exactamente como les decían los varones.

Joab llega a Tekoa, seguramente conocía la fama de la mujer que era astuta y la mandó llamar. Luego, sin preguntarle si quería o no ir, le da instrucciones para que finja ser una viuda delante del rey David. Todo orquestado para lograr que el rey perdone a su hijo Absalón, si hubiera sido Tamar, no se habría dado tantas molestias.

Luego, dicen que la condición de ser mujer ha sido igual a través de la historia, e incluso algunos por ignorancia o comodidad, se atreven a afirmar que las condiciones en las que vivían las mujeres israelitas eran privilegiadas porque pertenecían al “pueblo de Dios”. La realidad dista mucho de ese mito. Lo real es que no vivían en mejores condiciones que mujeres de pueblos paganos, porque tal como ocurre en la actualidad, muchos varones habían interpretado las promesas de Dios en términos masculinos, excluyendo expresamente a las mujeres. Algunas cosas, simplemente, no cambian.


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. 
Del libro inédito: Cada vida un universo
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