“El tiene que crecer, y yo menguar” (Juan 3:30)
Se necesita temple para saber que la labor que se realiza es secundaria. Era primo de Jesús, era mayor, era de familia levita, tenía todas las opciones para comportarse de una manera distinta y actuar con celo por la importancia que se le iba a conceder a Cristo, sin embargo, Juan el Bautista sabía exactamente lo que vendría y aceptó ser parte de ese proceso profético.
Cuando señala que él debe menguar (disminuir, decaer, apartarse, etc.), lo que está diciendo es que tiene claro que el que debe brillar es Jesús y no él.
Juan el Bautista es un ejemplo para todos los predicadores y líderes cristianos contemporáneos. Con el auge de los medios de difusión y, especialmente la radio y la televisión, es muy sencillo perder la proporción y no entender el verdadero sentido de la misión.
Muchos predicadores, pastores y líderes pareciera que buscan brillar más que Cristo. Sus vidas están tan obnubiladas que no se dan cuenta de que procuran ser más luz que Jesús mismo, de hecho, con toda la atención que reciben, Jesucristo queda opacado.
Si hay un medio donde el orgullo y la vanidad puede marear a cualquiera es el ámbito religioso. Las personas suelen creer, por un problema de mala formación, que se arrastra desde casi el mismo comienzo del cristianismo, que los individuos que hablan a nombre de Dios, están por sobre el común de los mortales, y por lo tanto, tienen que ser prácticamente venerados. Esa actitud ha sido la gestora de múltiples problemas, uno de los más graves es que por esa vía se anula la facultad de pensar y reflexionar por sí mismo, convirtiéndose en dependientes de la mente de otra persona, lo que nunca es sano, ni siquiera cuando se hablan temas sagrados.
Dios le concedió a cada ser humano la facultad de pensar. Reflejar el pensamiento de otro antes de atreverse a pensar por si mismo, es renunciar a un don divino inclaudicable: La facultad de pensar y hacer desde sí mismo. Juan es un ejemplo, pudiendo capitalizar la fama que tenía a su favor, pensó en que era mejor dejar que Jesús brillara y él hacerse a un lado, tal vez por eso causa tanta admiración.
¿Quién brilla más tú o Jesús?
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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