“Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes!” (Lucas 7:14)
Es una verdad matemática inobjetable, toda verdad a medias, al final es falsa. Presenta una parte de la verdad y no el cuadro completo, por lo tanto, se convierte en un axioma de errores.
Se suele decir que para que Dios intervenga en tu vida y haga algo debes pedírselo, si no lo haces, simplemente, la divinidad no intervendrá. Esa es una verdad a medias, lo cierto es que Dios está presente e interviniendo siempre, sin que tú y yo nos demos cuenta, de otro modo, hace mucho tiempo se habrían suscitados situaciones insostenibles, no sólo en nuestras vidas, sino en el mundo.
¿Cómo lo hace Dios? Ese es un misterio, por que para actuar debe hacerlo sin transgredir el libre albedrío y eligiendo lo que nosotros, en circunstancias similares, también habríamos elegido. Dios es justo, por lo tanto, cualquier otra acción fuera de ese parámetro sería, por esencia, injusta.
En el caso de la viuda de Naín, Jesús, que nunca había visto a ese mujer, se siente conmovido por su dolor. Pero para entenderlo es preciso situarnos en el contexto histórico. Una mujer sin hijos y sin marido, estaba condenada a la pobreza absoluta y más, si no podía volver a tener hijos o no tenía parientes que no la pudieran “redimir”, un eufemismo macabro para esconder el abuso de tratar a las mujeres como objetos y muebles.
En ese tiempo, no había ningún tipo de seguridad social, y aunque Dios había establecido claramente algunas previsiones para que no hubiese pobres ni necesitados en Israel, la verdad era que el egoísmo, la soberbia y la crueldad eran el signo de mucha gente que no se apiadaba en nada de los que necesitaban, y menos si era mujer.
Jesús la ve y sin decirle palabra a la mujer, ordena al joven que se levante y se produce un milagro de resurrección. Cristo que ve el dolor de esa mujer, condenada por su condición de mujer en un mundo sexista, donde las mujeres no tenían opciones, elige devolver la vida a su hijo para devolverle la dignidad a ella. Es lo que siempre Jesús hace y lo que sigue haciendo hoy, y podría hacer más si se lo permitiéramos y dejáramos a un lado nuestros estereotipos sin sentido.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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