El trabajo de ser feliz


“Oh Señor, ¡tú me has hecho feliz con tus acciones! ¡Tus obras me llenan de alegría!” (Salmo 92:4)

Hay dos posibles enfoques para la felicidad, la que viene provocada por efectos externos, y la que proviene de adentro, la que en última instancia es una manera de enfocar la realidad y darle sentido a todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

El salmista en el versículo se refiere a la felicidad que proviene del exterior, la que está sujeta a cambios que no dependen de uno, como por ejemplo, la acción maravillosa de Dios. Observar un atardecer a orillas de la playa o ver el amanecer en la montaña, son experiencias inolvidables, una especie de mimo de Dios que nos recuerda todos los días cuánto nos ama.

Sin embargo, lo más difícil es sostener un equilibrio interior que nos haga ver la realidad con una perspectiva positiva. Eso exige trabajo y dedicación. La felicidad sostenida en el tiempo es fruto de voluntad y esfuerzo.

Un joven se me acercó y me dijo:

-¿Qué hago para ser feliz?

Lo quedé mirando para saber cuán honesta era su pregunta y le pregunté:

-¿Qué proyecto de vida tienes? -Aún no lo sé -me contestó enseguida.

-Eso es lo primero. Tienes que encontrar un sentido para tu vida. Cuando lo encuentres eso te dará un rumbo. La felicidad se logra cuando tienes un proyecto de vida y logras concretar lo que anhelas. Antes, es ir avanzando por un sendero que no sabes hacia donde te lleva.

Él joven sonrió y me dijo:

-Entonces, ¡manos a la obra!

-¡Claro! Tienes que saber cuál es el sentido para tu vida.

Es vital saberlo. De otro modo no nos diferenciamos de una ameba o de otro ser inferior. La felicidad está al final del camino y también en el trayecto, cuando sabes hacia dónde vas.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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