“Pero no hay uno solo que no se haya apartado de Dios; no hay uno solo que no se haya corrompido; no hay uno solo que haga el bien” (Salmo 53:3)
Hay ideas en la Biblia que son determinantes, no hay lugar para una excepción y están expresadas en términos taxativos. Pablo dice algo similar (Romanos 3:10), pero en un contexto diferente, y hacer una relación intertextual entre estos dos textos es erróneo, toda vez que los dos autores están hablando de conceptos diferentes.
El salmista está reaccionando ante “los necios que piensan que no hay Dios” (v. 1), y son ellos los que “no hacen nada bueno”. Dios mira a esos hombres y llega a la conclusión de que no hay uno solo que no se haya apartado y que no esté corrompido.
¿Por qué el salmista es tan taxativo? ¿Por qué no creer en al menos una pizca de bondad en alguien que no cree?
Es preciso ponerlo en contexto. Para la mentalidad del tiempo en que fue escrito este salmo, se creía que sólo aquel que estaba ligado a Dios podía vivir algún cambio en su vida y llegar a ser bueno. Ese pensamiento si es posible encontrarlo en Pablo, que entendió lo que a muchos cristianos le cuesta entender hasta el día de hoy: Sólo Dios puede hacer cambios perdurables en la vida del ser humano.
Muchas personas actúan como si todo cambio positivo en su vida dependiera únicamente de su voluntad, y, aunque la capacidad de decidir juega un rol importante, porque Dios no puede forzar a nadie a actuar en contra de su voluntad, finalmente, el cambio y la transformación proviene de un poder externo al individuo, que obra en su mente para ayudarlo a tomar decisiones de vida para vida.
Es un error suponer que debemos “obedecer” para ser salvos. Esa idea, de origen pagano y distorsionado, lo único que ha logrado es tener a cristianos frustrados viviendo un cristianismo de apariencias. Porque tal como entendió Pablo, contra toda la formación que había recibido es que la salvación no es “por una justicia propia basada en la obediencia a la ley, sino por la fe en Cristo, por la cual Dios me hace justo” (Filipenses 3:9). Si creemos que la capacidad de cambio reside en nosotros exclusivamente, entonces, Jesús está demás y la obra de Dios dependería de nosotros, lo que es absurdo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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