“Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús” (Marcos 1:40)
Leer, comprender y aplicar son una parte esencial del estudio bíblico, tal como ya venimos estudiando hace doce días. Sin embargo, sin el último paso el estudio no habrá servido de nada. Es la hora de obedecer, preguntarnos: ¿Qué haremos ahora?
Lo primero que llama la atención es que el leproso se acerca. Pareciera un asunto pueril y sin mayor importancia. Pero no, es esencial entender que Dios quiere obrar en la vida nuestra, pero no lo puede hacer a menos que nos acerquemos.
¿Cuántos leprosos había en tiempos de Cristo? Pues seguramente por la naturaleza de las enfermedades a la piel y considerando que vivían en un ambiente desértico, lo más probable es que había miles. Sin embargo, cuando se leen los evangelios, los sanados de lepra son relativamente pocos.
¿Podría Cristo haber sanado a todos? ¡Claro que podría! Pero no lo hizo. Sólo sanó a quienes vinieron voluntariamente a él.
El primer paso para que se produzca un milagro es ir a Dios. Acercarse, sin temor, y sin esconder la condición que se tiene. Ocultarse delante de Dios no tiene sentido, no sólo es ilógico es necio.
Así que lo que debemos hacer es dejar de esperar que Dios venga a nosotros, y acercarnos a él para presentarle nuestras necesidades. Dios, tal como lo ha demostrado una y otra vez, no nos rechazará. Al contrario, nos tratará con ternura y atenderá nuestra necesidad sin recriminaciones ni juicios de ningún tipo.
Acércate. Si quieres que el Señor te escuche, ve a él, sin temor.
“Quisiera vivir para estudiar, no estudiar para vivir” (Francis Bacon)
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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