Obedecer el texto - 4

“En cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado” (Marcos 1:45)

El detalle que presenta el texto de hoy sólo lo menciona Marcos. Los otros evangelistas sólo dicen que Jesús no podía entrar a las ciudades debido a que se formaba una gran multitud debido a la fama que había adquirido. De algún modo que el leproso no se dio cuenta, entorpeció la obra de Jesucristo.

Difícilmente lo podemos culpar. Cuando se ha recibido un milagro tan extraordinario quedarse callado no parece ser posible, sin embargo, Jesús sabía que sin darse cuenta estorbaría. La gente vendría por la novedad y no por lo que realmente importaba.

Cristo vino a mostrar el verdadero carácter del Padre. Vino en muchos sentidos a representar la correcta imagen de Dios. Para eso debía enseñar, formar, dar a conocer ideas que chocaban con la cultura imperante. Pero para hacerlo, es preciso un elemento básico en el proceso de enseñanza-aprendizaje, estar tranquilo. Eso es precisamente lo que perdió por la fama que adquirió y de pronto había más curiosos que gente realmente interesada en aprender sobre la misión de Cristo.

Por lo tanto, la lección que es necesario aprender, aunque suene duro y no guste es sigue las instrucciones. Cuando Dios nos pide algo no es por casualidad. De alguna manera está previendo algo y advirtiendo lo que tal vez nosotros, por nuestra percepción limitada, no alcanzamos a percibir.

Seguir instrucciones demanda humildad. Porque no se trata de lo que yo quiero, sino de lo que se me está pidiendo. Entendiendo que Dios siempre sabe más que lo que nosotros sabremos en toda la vida.

“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo” (Benjamin Franklin)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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