“¿Tengo una meta a la que aspirar?” (Job 6:11)
Me robó mis sueños. Me dejó seca como pozo sin agua. Se llevó uno a uno todo lo que esperaba de la vida. Me dejó como desierto.
Mientras hablaba la miraba entre desconcertado y sintiendo lástima por ella. Finalmente, en un momento de respiro le pregunté:
—¿Por qué permitió que le robaran sus sueños?
Ella me quedó mirando con una expresión, mezcla de intriga y molesta y me espetó:
—Es que no entiende, él hizo que mi vida se convirtiera en miserable.
—Si —le contesté— no lo dudo, pero él hizo en su vida lo que usted le permitió hacer. Simplemente, no puso límites.
He tenido esa conversación mil veces. Es verdad, hay gente que tiene la habilidad macabra y tóxica de quitarle a otras personas las ganas de vivir. Se roban sus sueños y expectativas, pero, quienes se lo permiten son precisamente ellos y ellas, que no son capaces de poner freno a individuos que se especializan en robar sueños ajenos.
Nadie puede obligarnos a hacer algo que no queremos. En algún momento tenemos que decir ¡basta!, y con fuerza, con convicción, sabiendo que si no lo hacemos se nos irán sueños y en eso, la vida se nos escurrirá como agua por el fregadero.
La vida es nuestra. Tenemos que hacernos responsable de la misma. La pareja no está para quitarnos sueños, sino para ayudarnos a vivirlos. No son parte de una conspiración para quitarnos las ganas de vivir, sino todo lo contrario, deben convertirse en nuestros aliados para lograr lo mejor de nuestras expectativas.
¿Qué si eso no pasa? Entonces, hay que evaluar el tipo de relación que tenemos y la persona en que nos hemos convertido. Si no hay complicidad, empatía, comprensión, apoyo y compañerismo, entonces, va siendo hora de pensar si no será más sano buscar otra relación, aunque suene duro, la vida es muy corta, como para pasársela llorando y sin ánimos de vivir, a causa de vivir con alguien con vocación de vampiro.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR
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