La dificultad de pensar


“Señor, a ti dirijo mi oración” (Salmo 25:1)

Un trabajo mínimo que se puede hacer al estudiar la Biblia es comparar versiones, sin embargo, siempre el hacerlo nos deja en un problema: Muchos textos, son traducidos de maneras distintas por las distintas versiones. Por ejemplo, el que encabeza esta reflexión.

El asunto se resolvería fácilmente si se va a la palabra original, no obstante, la mayoría no lo hace, se conforma con la versión que más se acomoda a su prejuicio, preconcepto o gusto personal, haciendo de la Biblia, una cuestión de ideas acomodadas a nuestra propia percepción, lo que sin duda, es la peor manera de entender al Biblia.

La mayoría de las versiones traduce en este versículo “a ti dirijo mi alma”, y como es habitual, casi todos los creyentes repiten a coro la misma expresión, sin darse cuenta del error básico que presenta pensar de esa forma. Cuando se usa la expresión “alma” se introduce un sesgo, primero, porque dicho vocablo, nacido en el pensamiento oriental y no en la concepción hebrea, supone dualidad. Es decir, que si hay “alma”, entonces, hay “cuerpo”, y se los piensa así, de manera separada y actuando en esferas duales y distintas.

Sin embargo, dicho pensamiento no está en la Biblia, de hecho, en hebreo no se encuentra la palabra “alma” que es de origen latino (anima) y mal traduce la expresión griega “psyche” (de la cual viene el castellano psiquis), que no se corresponde exactamente con la expresión hebrea “nefesh”, que significa simplemente “ser viviente” o “persona” y no alude a algo “interior” que está “separado” del cuerpo.

Algunas versiones intentan corregir el error como la Biblia de Jerusalén de 2001 que traduce: “a ti, Yahvé, dirijo mi anhelo”, o la Dios Habla Hoy del 2002 cuya versión dice: “a ti dirijo mi oración”. La Nueva Biblia Española por su parte dice: “A ti, Señor, presento mi afán”. Todas versiones que expresan una sola idea evidente en hebreo, pero no en español: Es el individuo todo, completo, integral, sin ser separado en “alma” y “cuerpo”, el que se dirige a Dios. Cuando nos presentamos ante Dios no vamos con un aspecto de nuestra vida, sino con todo lo que somos, absolutamente todo. Si no se entiende bien desde el original, eso dificulta el pensar correctamente.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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