Temor y felicidad


“Jehová es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1)

El temor paraliza. Cuando alguien vive atemorizado, la felicidad sale huyendo. La ausencia de temor crea las condiciones para la felicidad permanente. Por esa razón, las personas temerosas, son infelices, porque el temor no les permite gozar de la existencia.

Sin embargo, una de las verdades olvidadas del temor, es que todos los miedos se aprenden y se cultivan. Son producto del aprendizaje frente a ideas que condicionan o experiencias que traumatizan, al grado de que de ahí en más, la existencia se torna en un lugar oscuro y tenebroso, no en un sendero de “luz” como describe el versículo.

Pero además de aprender a temer, también el temor se cultiva. Las personas van creando condiciones que van amarrando el temor a su existencia. Las ideas, por ejemplo, se van cultivando y son campo fértil para que nos sumamos en temores imaginarios o exagerados, simplemente, por dejarnos llevar por ideas equivocadas.

Las personas creyentes tienen un plus que les permite mirar la vida desde una perspectiva distinta. Para empezar, les da una mirada fresca y esperanzadora a la existencia. Les permite ver todo con una visión de fe y confianza, lo que sin duda, crea los mecanismos mentales para vivir confiado. De hecho, los estudios demuestran que los creyentes viven más y mejor que otras personas, que teniendo circunstancias similares, están anegados por el temor.

Viktor Frankl, en su libro Un psicólogo en un campo de concentración publicado en español con el título El hombre en busca de sentido, narra que en los centros de exterminio del nazismo, donde él mismo estuvo como prisionero, lograban sobrevivir en mayor cantidad, aquellos que tenían fe y confiaban, pese a las circunstancias.

Los que pierden el temor, empiezan a ver la luz al final del túnel. Un sendero abierto en medio de la desesperación. Un rio refrescante cuando el fuego de los problemas asedia. Perder el miedo, hace que la vida se saboree de manera distinta. De allí la necesidad de aprender a vivir sin temor. De someternos confiados a un Dios que nos ofrece, como bien sabe el salmista, un camino de luz y salvación.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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