La mejor hora del día


“Si lloramos por la noche, por la mañana tendremos alegría” (Salmo 30:5)

Mi mejor hora del día es la madrugada. Me encanta estar despierto antes que el sol salga. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas estoy en un edificio al frente del mar, escucho el ruido de las olas y veo las arenas blancas, pero nada de esa vista espectacular que observo en este preciso instante se compara a la sensación de plenitud que siento cuando veo la luz de la mañana, en este caso, la luz que parece danzar sobre las olas y el saludo matutino de las gaviotas que parecieran saludar al sol.

La belleza de todos los días, es que no importa cuán oscura sea la noche, siempre sale el sol y nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo. Cada día es un canto a la esperanza. Una oportunidad de dejar el dolor atrás y llenarnos de alegría, una jornada a la vez y así, todos los días.

Algo de eso es lo que percibe el salmista. Al llegar la noche está abrumado por la tristeza y la desdicha. Son muchas las presiones. Pareciera que todos los problemas del mundo estuvieran sobre sus hombros, sin embargo, al llegar la luz de un nuevo día es un presagio de que es posible dejar la oscuridad atrás y empezar de nuevo.

Hace algunos días un amigo me preguntó por qué soy creyente, siendo a la vez, tan cuestionador y cerebral. Mi respuesta fue:

—Por qué elegí hacerlo —le respondí enigmático.

Como sabía que él no entendería le dije lo que creo profundamente:

—La religión no se trata de liturgías, edificios, denominaciones, templos, doctrinas ni nada de eso. Se trata exclusivamente de libertad. Dios nos ofrece la posibilidad de elegir, y esa es nuestra salvación. Sin esa opción, no seríamos más que máquinas, marionetas o veletas, no tendríamos posibilidad de optar. Dios nos da la posibilidad de creer y esa es nuestra salvación.

Vivir es elegir. Creer es lo mismo. Sin la posibilidad de hacerlo, no tendría sentido la existencia. Lo mismo con la alegría. Puedo elegir qué tipo de vida quiero vivir. Una abrumada por el peso de la angustia y la tristeza, o otra, que pese a las circunstancias elige vivir con alegría, porque salió la luz de un nuevo día y porque simplemente, podemos.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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