Objetos sexuales


“Maten a todos los niños, y también a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales” (Números 31:17)

Nada hay nuevo bajo el sol, dice acertadamente Salomón. Creemos que hemos descubierto una idea nueva, pero analizando y viendo la historia nos damos cuenta que nuevas ideas obedecen a viejas prácticas que no se han iniciado hoy sino que son de larga data.

Juan Crisóstomo, patriarca de la Iglesia Ortodoxa, un líderes religioso respetado por las iglesias orientales señala taxativamente: “Las mujeres están hechas esencialmente para satisfacer la lujuria de los hombres”. Es decir, no cumplen ninguna otra función.

La cosificación de la mujer, evidente en la propaganda y en la publicidad de casi todo el mundo, no es nueva. Es producto de haber perdido el sentido correcto de la intencionalidad divina en la creación.

Cuando un líder cristiano circunscribe a una mujer sólo para “uso sexual”, la convierte en un objeto, sin valor en sí mismo que permita pensar que ella es alguien creada a imagen y semejanza de Dios.

El pecado ha tergiversado todo, incluso, la creación sublime de Dios. Nunca fue la idea de la divinidad que alguien fuera tratado como mero objeto sexual. En la mente de Dios primó siempre el respeto, la dignidad y el tratarnos mutuamente como individuos tan valiosos, que todo el cielo se puso en jaque, sólo para proveer a los seres humanos el privilegio de vivir de nuevo en el Edén.

Cuando alguien maltrata a una mujer convirtiéndola en mero objeto sexual, simplemente, de una manera horrenda, está escupiendo directamente el rostro de Dios y pervirtiendo la intención de la divinidad al crear al ser humano.

Cristo vino a llevarnos de regreso al hogar, a darnos el privilegio de mirarnos en el espejo de su rostro y vernos como él nos ve, valiosos, y extraordinariamente hermosos. No como Crisóstomo vio a la mujer. No como el pecado ve a esa extraordinaria criatura llamada mujer.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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