“Te ruego que los perdones” (Éxodo 32:32)
Perdonar tiene algo de misterioso. Ante la misma acción, una persona es capaz de perdonar y otra no. Unos pueden guardar resquemor por décadas y otros, dar vuelta la página y seguir viviendo, dejando la herida atrás, simplemente, porque fueron capaces de perdonar.
El perdón no está constituido por una técnica o por convicciones doctrinales, es simplemente, producto de una decisión y allí, reside su misterio, pero también su fuerza. Perdonar es optativo, siempre lo ha sido, cuando los seres humanos olvidan este simple y complejo hecho, entonces, comienzan a confundir los tantos. Perdonar implica tomar una decisión y eso, hace toda la diferencia.
Algunos consideran que el perdón, ese que cambia de actitud frente a un mal infringido y objetivo, y actúa de manera positiva, o al menos, no toma venganza ni vive encadenado al recuerdo, es una cuestión milagrosa e ideal, que pocos podrían vivir. Otros, en cambio, creemos que el perdón obedece a una forma de ver el mundo, una manera de cortar amarras con aquello que nos encadena. Quien perdona elige ser libre y opta por el único camino que lo puede liberar: Perdonar.
Quienes no perdonan viven encadenados a sus infractores. No son cadenas que se vean, pero están allí, aprisionando la esperanza y la capacidad de crecer. Esos lazos que produce el resquemor se quedan allí y van agrietando otras facetas de la vida. Impiden gozar de lo cotidiano y no dejan a quienes están encadenados vivir felices y plenos.
Cuando en las parejas se instalan resquemores que no son ventilados, la relación se putrefacta y se gangrena. Lo único que puede liberarlos para poder mirar la vida con esperanza es el perdón, aún cuando no continúen juntos, perdonar es una prioridad, la única que les puede permitir crecer y vivir en paz.
Es lamentable como tantas personas enferman sus mentes y sus cuerpos simplemente por no ser capaces de elegir perdonar. Al hacerlo, no sólo se privan a sí mismos de mirar el horizonte con esperanza, a menudo, arrastran a otros por el mismo camino insalubre.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR
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