“Oye mi voz suplicante cuando a ti acudo en busca de ayuda, cuando tiendo los brazos hacia tu lugar santísimo” (Salmo 28:4)
Es en momentos de dificultades cuando la religión toma un giro dramático y se torna difícil. Las ideas y creencias se ponen a prueba. No todos pasan el examen. Muchos sucumben en medio de la crisis y se convierten en personas descreídas y reniegan de lo que hasta ese momento han creído. Al contrario, otros reafirman su fe y se aferran con más fuerza a la divinidad. ¿De qué de depende una u otra actitud? Pues no de las circunstancias sino de la persona.
Es la analogía de la papa y el huevo. Si ponemos estos dos alimentos en agua hirviendo uno se endurece y el otro se ablanda. ¿De qué depende una u otra reacción? Simplemente, de la naturaleza de los componentes.
Lo mismo ocurre con las personas. ¿Cuándo nos preparamos para momentos de crisis? Sencillamente, cuando no hay problemas. Es en momentos de paz cuando podemos adquirir una noción más profunda de Dios. Estudiar su carácter, su bondad, su misericordia, sus muchos gestos providenciales, su acción salvífica, la redención y todo lo que hace y ha hecho por el ser humano.
Una vez escuché como bromeaban a un niño de unos seis o siete años diciéndole que su padre era una mala persona. El niño no decía nada, hasta que en un momento perdió la paciencia y mirando fíjamente al tío que lo molestaba le dijo firme y claro:
—No es cierto. ¡Yo conozco a mi papá!
¡Es es exactamente la respuesta! El que conoce a Dios pasará por las dificultades de la vida confiando en que no será abandonado bajo ninguna circunstancia. Se mantendrá firme mirando hacia el “lugar santísimo”, claramente convencido que nada nos puede apartar del amor de Dios.
Quien no conoce a Dios de manera experiencial, que no ha tenido un encuentro personal en medio de las dificultades será como la papa, se endurecerá y terminará alejado de quien ha prometido nunca dejarnos solos. El salmista lo sabía bien, por eso no dudaba en suplicar a ese Dios que conocía por experiencia personal.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA

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