“Tu vara y tu bastón me inspiran confianza” (Salmo 23:4b)
En la religiosidad enfermiza de quienes aún no entienden la gracia y la redención, Dios es presentado como un ser vengativo, celoso y castigador. Así que es fácil pensar en la “vara castigadora” y el “bastón corrector”, figuras que nada tienen que ver con la realidad de un Dios de amor que busca por todos los medios posibles que los seres humanos entiendan su amor y bondad.
El pastor de oveja que atravesaba con su rebaño por el medio de un valle oscuro y al acecho de animales depredadores llevaba una vara y un callado. La vara lo suficientemente larga como para asentar un golpe a un animal que se atreviera a acercarse al rebaño y el callado que tenía una curva en la punta, para ayudar a las ovejas que resbalaban entre las rocas. En ningún caso tenía esos instrumentos para castigar o golpear a las ovejas.
Es lamentable como algunas tradiciones punitivas se han infiltrado en el cristianismo creando la idea de que Dios está pendiente de nuestros errores para castigarnos y obligarnos a enderezarnos y volver al camino. Esa idea macabra sólo procede de las mentes de quienes no entienden la gracia y la redención.
Dios es amor y busca constantemente mostrar al ser humano que él ha tomado la iniciativa de ofrecerle la salvación. Por otro lado, el pagó el precio para que el ser humano fuera libre de la maldición del pecado.
Entender a Dios como un ser implacable, listo a condenar y castigar, lleno de ira y celo por hijos que no actúan conforme a sus mandatos, es definitivamente presentar a un dictador tirano como Dios.
Dios nos da el libre albedrío y luego dedica todas sus energías para convencernos de la claridad de su amor, para que accedamos a aceptar su bondad. Si hubiera imposición la adoración no sería honesta sino un acto formal de seres atemorizados por el poder de Dios y por la amenaza de su ira, y eso, simplemente, no sería justicia.
Bendito Dios que está allí para cuidarnos y protegernos con su vara y con su cayado, por eso el salmista afirma que es para darnos confianza, nunca para atemorizarnos.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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