Confiar y actuar


“Confía en el Señor y haz el bien” (Salmo 37:3)

Es impresionante las actitudes que los seres humanos asumen cuando tienen conceptos religiosos errados. Cuando viví en México observé con consternación un fenómeno asociado a los narcotraficantes de ese país. La mayoría se declaraba cristiano y solían hacer ceremonias religiosas en sus casas. De hecho, muchos de ellos construían iglesias y daban generosas ofrendas a la iglesia popular, creyendo que estaban siendo fieles al cometido del cristianismo, pero eso no es más que un engaño. El que confía en Dios hace el bien.

El misticismo religioso hace que muchas personas crean que la religión consiste en hacer ofrendas, sacrificios y oblaciones, para de esa manera vivir con la conformidad de que “se está bien con Dios”, pero eso es incorrecto, o al menos, una parte de la película.

David entendió rápidamente que la religiosidad correcta tenía dos caras. Por una parte la relación con Dios, pero como consecuencia la relación con el prójimo.

Si confío en Dios, entonces, haré el bien a los demás. Si tengo una convicción profunda de lo que Dios significa, es se traducirá en acciones concretas de bien hacia otras personas. Una religión teórica, que se desarrolla entre cuatro paredes, no sirve para nada. Es sólo conformidad mental que lo único que hace es darnos una pequeña tranquilidad mental, quitándonos seguramente culpas, pero es una religión limitada, y por lo tanto, equívoca.

Si amo a Dios debe traducirse en acción.

Un relición sana actúa. No se queda entre cuatro paredes o no se autoalaba por ser “verdadera” o “correcta”, sino que sale a aliviar el sufrimiento ajeno y dar esperanza.

Muchos religiosos son personas intachables, no le hacen mal a nadie, pero, y ese es el quid del asunto, tampoco le hacen bien. Viven satisfechos en una religiosidad de formas y liturgias, pero no son capaces de llevar alivio al sufrimiento de otros.

El texto de David es perentorio: “Confía en Dios”, es decir, haz la acción primera. Sin embargo, si llegas a hacer eso, entonces, “haz el bien”, porque amar a Dios implica llevar ese amor a otro.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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