Escondiste tu rostro


“Pero escondiste tu rostro, y yo quedé confundido” (Salmo 30:7)

Este versículo es duro, hasta violento. Acusa a Dios de esconder su rostro y dejar confundido, a alguien que espera que Dios esté presente, especialmente en las dificultades. ¿Será cierto? ¿Cuántas personas se han sentido así alguna vez?

En uno de sus libros Elie Wiesel, escritor judío, Premio Nóbel de la Paz, y el creador del concepto “holocausto”, para referirse al genocidio de los judíos a manos de los nazis, más de una vez se pregunta: ¿Dónde estaba Dios? Una pregunta desafiante y molesta para quienes ven con simplesa el accionar de Dios en la realidad cotidiana.

¿Está Dios involucrado en todo lo que nos pasa? A veces, veo la religión infantil de quienes ven salir el sol y se lo atribuyen a Dios o la lluvia. En mi país Chile, el norte chico ha estado en sequía por años, y sólo en algunos días el cielo se ha llenado de lluvia, más de la que habían tenido en décadas, y los lugareños están contentos, y lo atribuyen a Dios, pero esa misma lluvia, cerca de esas localidades ha provocado aluviones y muertes en comunidades no preparadas para recibir tanta agua en tan poco tiempo, ¿será que eso también debemos atribuírselo a Dios?

Hace algunos días escuchaba a una persona honesta, pero con ideas contradictorias, agradecer a Dios porque no había tenido que sufrir las inclemencias del tiempo, pero sólo a 200 kilómetros cientos de personas en el mismo momento en que ella agradecía, estaban padeciendo de las inclemencias del tiempo y viendo impotentes como el agua se llevaba sus casas, y arrasaba con la vida de alguno de sus seres amados.

Tal vez sea una salida fácil asignarle a Dios la responsabilidad de todo lo que ocurre, pero la verdad, es mucho más complejo de lo que a simple vista parece, porque hay que aprender a deslindar elecciones humanas, malas decisiones de algunas personas, y un sin número de factores que preferimos pasar por alto y simplemente, atribuir todo a Dios.

Lo interesante es que si yo soy “bendecido” es de Dios, y si el otro padece, nos quedamos callados y el fenómeno es el mismo.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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