El absurdo de la dicotomía


“No hay Judío ni Griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28)

Existe una tendencia marcada en muchos cristianos de separar su vida espiritual de su vida cotidiana, como si una cosa y otra no fueran juntas. He escuchado y leído a muchos que defienden el criterio de que el versículo donde Pablo habla de las barreras rotas o destruidas por Cristo sólo se refiere a la salvación, nada más. Ese pensamiento no sólo es absurdo, es además, irresponsable.

Si tomáramos en serio la idea de que la idea planteada por Pablo se refiere exclusivamente al ámbito espiritual íntimo, entonces, es válido que sigamos sosteniendo el nacionalismo y la defensa de las fronteras como un actuar cristiano. Que sostengamos que el sexismo, el machismo y el androcentrismo son tan válidos como la esclavitud y el abuso de poder hacia otras personas, total, “Cristo no se pronunció sobre eso”.

Como diría Stott: “En la iglesia existe una tendencia constante a trivializar la naturaleza de la salvación, como si no significara más que una transformación, o el perdón de nuestros pecados, o un pasaporte al paraíso, o una experiencia mística privada sin consecuencias sociales ni morales” (2002: 47). Estas ideas no son más que una caricatura absurda del cristianismo.

Separar salvación de acción concreta en la vida cotidiana con consecuencias sociales radicales, es malversar el cristianismo, algo que Jesús ni sus más inmediatos seguidores nunca hicieron.

Es un obstáculo para el mensaje de Cristo sostener que se puede ser cristiano y machista a la vez. Quien considera que la mujer es un ser que debe someterse al varón y renunciar a su individualidad al fusionarse con la personalidad del marido, simplemente, no puede llamarse cristiano. En Jesús no hay varón ni mujer.

Quien acepta a Cristo no puede defender opiniones nacionalistas ni radicalizar fronteras ni nacionalidades. En Cristo no hay griego ni judío.

Quien se hace llamar cristiano no puede ni debe explotar a otras personas tratándolas como esclavos. En Cristo no hay más esclano ni libre.

En Cristo todo cambia. De no ser así, no es Cristo quien obra.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Superando obstáculos

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