“Por eso las ovejas se han dispersado: ¡por falta de pastor! Por eso están a la merced de las fieras salvajes” (Ezequiel 34:5)
Era estudiante de una facultad de medicina. Pasaba casi todo el día en la universidad. El escaso tiempo libre que tenía lo vivía en la iglesia y participando en sus actividades. Un día, en clases de Introducción a la medicina, el profesor hizo una pregunta y levanté la mano y opiné. El hombre me quedó mirando con un gesto de desaprobación y me espetó de mala manera:
—¿Usted es religioso? Sólo un religioso podría responder así.
—Si —le respondí inocente— voy a la iglesia cada semana.
En ese momento el hombre comenzó a insultarme y a decir que no podía entender cómo alguien supuestamente inteligente y religioso podía estar en la universidad. Me quedé mudo. Nunca me habían maltratado por mis creencias, menos en público.
Ese día había reunión en la iglesia. Llegué desanimado y con la primera persona que me encontré fue con el Pr. Jimenez. Me vio triste, me preguntó qué me pasaba y le conté. Él me puso la mano sobre el hombro, me animó y oró conmigo. Cuando ya me iba me dijo al pasar:
—Miguel, ¿cómo se llama ese profesor?
El día lunes volví a tener clases con ese médico. Me senté en la última fila para que no me viera. Al terminar la clase pidió hablar conmigo y me dijo cortante:
—Núñez, prometo que nunca más lo voy a molestar, pero por favor, no me vuelva a enviar a su pastor.
Me quedé mudo. Luego supe que mi pastor había ido hasta su oficina y lo puso en su lugar. Siempre sonrío cuando me acuerdo. El buen pastor, protege a sus ovejas.
“Un buen pastor esquila sus ovejas, no las despelleja” (Suetonio)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Muy bueno, pasé por lo mismo. Solo que no frecuentaba mucho la iglesia aquel entonces cuando fui un estudiante de colegio.
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