“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11)
Hay dos formas de vivir, uno con la pasividad del que espera que todo le pase sin hacer nada, y dos, con la actitud proactiva del que hace lo que debe hacer para que lo que daba pasar, pase. El primero el futuro le cae encima, al segundo, el futuro no es una sorpresa pues lo construye.
Extrañamente, muchos cristianos viven con una actitud determinista y llenos de fatalidad. “Será lo que Dios quiera”, “veremos que nos depara el futuro”, y otras frases similares que denotan determinismo, falta de libertad y quietismo. El no hacer nada es simplemente una forma de hacer que la vida transcurra y que el futuro nos aplaste sin que podamos hacer nada.
La diferencia entre perdedores y ganadores, no tiene nada que ver con capacidades o preparación. Hay mucha gente con grandes capacidades que vive en la mediocridad o gente con muy buena preparación educacional que nunca alcanza logros destacables. Los ganadores no se quedan con los brazos cruzados esperando que otras personas construyan su futuro, ellos mismos, con esfuerzo, con pasión, con dedicación, poco a poco van creando las oportunidades que les permiten salir de la medianía y de la masa de gente conformista.
Es interesante que la Biblia siempre habla en términos positivos del futuro de los creyentes. Dios desea que nos vaya bien, no que nos vaya mal. Pero Dios no nos da todo servido en bandeja, aún en la tierra nueva los creyentes tendrán que plantar sus propias viñas y construir sus propias casas (Isaías 65:21). Dios no hace por nosotros lo que nos corresponde hacer a cada uno. Somos arquitectos de nuestro futuro.
“El futuro no llega, sino que se construye” (Gustavo Gutierrez)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer
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