Una vida con valor


“Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32)

E n un mundo donde todo es relativo y nada es absoluto, los seres humanos tienen que resignarse a vivir en una permanente lucha por sostener sus verdades parciales y en afirmarse en las morales y éticas relativas que surjan. En cierto modo, sin algún elemento objetivo que me permita entender una verdad o un valor, todo tiene el sabor de lo pasajero y efímero.

A través de los siglos los seres humanos han tenido que luchar contra esta aporía o callejón si salida. Si no hay nada fuera del ser humano entonces “el ser humano es la medida de todas las cosas” como diría el filósofo griego Protágoras. Visto así, todo estaría centrado en lo humano y no habría nada fuera de la humanidad. Por ese camino se han gestado la infinidad de conflictos que los seres humanos debemos enfrentar una y otra vez.

La propuesta cristiana es que Dios es verdad, él es bueno y toda la armonía y belleza se encuentran en su voluntad. El ser humano que quiera, puede empezar un camino de acercamiento paulatino a esa verdad absoluta que está fuera de este mundo.

En el contacto con la divinidad, el ser humano puede ir experimentando cambios que lo acerquen paulatinamente a esa verdad y a los ideales que se configuran en Dios mismo. Una vida de relación íntima con la divinidad arroja una vida transformada.

La bondad es posible cuando comenzamos a entender la posibilidad que si somos creyentes todo puede ser diferente. Un humano finito en contacto con Dios, evidentemente, cambia para bien.

“Si renunciamos a una vida marcada por la verdad, la belleza y la bondad -o al menos por la búsqueda permanente de estas virtudes- a efectos prácticos, nos resignamos a vivir en un mundo donde nada tiene valor, donde todo vale” (Howard Gardner)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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