Dependiente


“No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca” (Éxodo 20:17)
Lo que caracteriza a la mujer judía presentada en la Biblia es la dependencia. Todo buen judío da gracias en las mañanas por no haber sido creado como mujer, en un evidente desprecio a la condición femenina. A las mujeres se les enseñaba a dar gracias a Dios por haber sido creadas según su voluntad, una forma sutil de enseñarles que su condición de dependencia provenía directamente de Dios.

Flavio Josefo, el historiador judío, señala que “según la ley la mujer es en todo inferior al hombre. Por tanto, tiene que someterse a él, no para ser humillada, sino para poder ser dirigida por él”. Un acto de injusticia es enseñado como si fuera justo y más aún, como si éste proviniese directamente de Dios.

El judío entiende que él, como marido o como padre, es el amor y señor de la mujer que le pertenece. Por eso, cuando en el decálogo se cuentan las posesiones del hombre, la mujer aparece mencionada junto a la casa, los esclavos, el buey, el asno y “las demás cosas” o como dice Deuteronomio todo lo demás que le pertenezca (Deuteronomio 5:21). Es decir, la mujer reducida a “cosa” o “pertenencia”.

En esta interpretación sexista la mujer es culpada del pecado, como dice el libro deuterocanónico Eclesiástico: “Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos” (Eclesiástico 25:24 BJ76), haciendo eco de una idea común en el mundo judío.

Sólo cuando en la maternidad procrea un varón, su situación cambia y sólo en ese caso es colocada como la compañera que Dios dio al varón (Génesis 2:18). Es fácil imaginar la situación de abandono y depresión que deben haber vivido las mujeres que sólo tenían hijas.

Por mucho que estas ideas parezcan de factura divina, no son más que una distorsión de la voluntad divina. Una forma burda de cambiar el diseño original de Dios que nos hizo a varones y mujeres para vivir en armonía, sin jerarquías de ningún tipo.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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