“Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llegó agotado del campo y le dijo: —Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy cansado” (Génesis 25:29-30)
Por más que uno busque en la Escritura roles estancos o fijos para varones o mujeres, simplemente, no se encuentran. Jacob, varón prepara un guiso de lentejas y eso no lo hace menos macho. Así como su madre cocina, y eso no la hace más mujer.
Sin embargo, los que tienen un discurso sexista y misógino, suelen defender lo que para ellos es inclaudicable, el que varones y mujeres tienen “roles” únicos y diferenciados, y que no han ninguna posibilidad de que se entrecrucen en esas tareas.
Por cierto, la mujer es la que tiene bebés, pero, ¿quiso Dios que esa tarea fuera solitaria y sin ayuda? No, al contrario, en el plan divino estaba pensado que aún en la maternidad varón y mujer debían acompañarse y participar de todo el proceso no como “cosa de mujeres” sino como “asunto de parejas”. ¡Cuánta bendición se han perdido algunos varones, simplemente, por hacerse a un lado!
Uno de mis escritores favoritos, el filósofo y educador judío argentino, Jaime Barylko escribió que “debemos inventar el quehacer de cada uno. Ninguna autoridad puede ayudarnos. El hombre puede lavar platos, la mujer puede ser arquitecta. Las prisiones de las definiciones de lo masculino y de lo femenino y de sus respectivas tareas naturales han caducado.
Nadie nació para algo. Todos nacimos para todo”.5
¡Cuánta razón! ¡Cuánta soberbia y vesanía en quienes no lo aceptan! Un varón puede lavar platos, cambiar pañales, hacer comida, ordenar la casa, hacer las compras, preparar a los niños para el colegio, dedicar tiempo de calidad a cada uno de sus hijos para escucharles, atender las heridas de sus hijos, limpiar baños, y las mil tareas que se suponen “de mujeres” y eso no los hará menos varones, al contrario, le estará dando lecciones de vida a sus hijos que nunca olvidarán. Los que tratan a sus esposas como si fueran sus sirvientas personales, no deberían haberse casado, en realidad, son una enfermedad en la vida de sus esposas y no una bendición.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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