Cambiar las reglas


“Unos nacen, otros mueren, pero la tierra jamás cambia” (Eclesiastés 1:4)

El cambio es resistido, especialmente, por quienes tienen más dificultades de comprensión y de entendimiento. Muchos quisieran que todo quedara igual o miran con nostalgia “otros tiempos”, cuando las cosas “eran distintas”. Suelo observar a dichas personas, jóvenes y ancianas, mujeres y varones, con un dejo de tristeza, porque al no entender los cambios que se producen, dejan de crecer y de gozar, al mismo tiempo, de los beneficios de no quedarse estancado.

El mundo actual, definitivamente, no es el mismo de antaño, y mal que les pese a muchos admiradores del pasado, no volverá a ser el mismo. No sólo por los cambios tecnológicos que son evidentes, sino también porque han cambiado las premisas sociales.

Muchas mujeres no están dispuestas a actuar como sus abuelas y madres, sometiéndose unilateralmente a relaciones tóxicas donde son tratadas como sirvientas y sin consideración a sus sueños personales. Sólo máquinas productoras de hijos y amas de casa que deben atender hogares. Ese modelo, está muriendo paulatinamente, aunque en algunos lugares, como Latinoamérica y África la resistencia es mayor.

Las reglas cambiaron, y así tenía que ser. Lo lamentable es que muchos cristianos aún no entienden que el nuevo panorama exige un compromiso aún más grande con los ideales de Cristo. Los mayores defensores de la justicia, la equidad y la inclusión, deberían ser los cristianos, cosa que no ocurre lamentablemente, con muchos adoradores de Jesús que se aferran a viejos modelos patriarcales viciados desde un comienzo, porque no corresponden a los ideales de Dios.

Dios creó a varones y mujeres a su imagen, sólo esa idea debería bastar para que entiendan que en el modelo divino no hay lugar para seres humanos de primera y segunda categoría. Si a alguno no le basta dicho pensamiento, entonces, debería aceptar que Dios no hace acepción de personas, el plan de salvación es inclusivo y no otorga privilegios de género, saberlo, debería ser suficiente. Pero lamentablemente, para muchos no lo es. La tradición es más poderosa que el sentido común bíblico.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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