“No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto” (Éxodo 22:20)
El texto bíblico sugiere que el pueblo de Dios debe vivir en armonía con el extranjero y tratarlo bien, sin olvidar que alguna vez fueron extranjeros en tierra ajena. Sin embargo, no hay un mandato similar para sostener que las mujeres deben ser tratadas con equidad y deferencia en su propio hogar. Las estadísticas muestran que los mayores peligros que enfrentan las mujeres se dan en sus propios hogares, y no fuera de ellos. ¿Por qué ese silencio? En parte, porque Moisés era parte de un modelo patriarcal donde los varones se creían dueños de las mujeres, así que se sentían con derecho a “corregirlas”, aún cuando eso incluyera el maltrato e incluso la muerte. No tenían ningún tipo de contradicción mental al respecto, era lo que creían y punto.
Cuando hablo en comunidades de todo tipo, sociales y religiosas, muchos varones se sienten incómodos con mis comentarios acerca de lo nocivo del machismo, muchos se identifican con las descripciones que hago sobre el punto y las mujeres, en muchos casos, terminan cabizbajas y tristes, al saberse parte de un sistema opresor, donde sistemáticamente son maltratadas. Esto es más doloroso en comunidades religiosas, donde las mujeres entienden que mucho de lo que creen sus maridos es simplemente una teoría religiosa que no tiene validez en su vida.
Muchas caen en la cuenta que la depresión, la baja autoestima y la inseguridad que padecen no es una patología propia, sino que es producto de vivir junto a varones que sistemáticamente las descalifican, las critican o las ignoran. Semana a semana escucho a mujeres que describen el horror que viven y la rabia que sienten al saber que han sido partícipes de esa situación al haber tolerado como normal lo que nunca lo ha sido.
Dios transforma al individuo, y los cambios deben reflejarse, en primer lugar, en el trato que tenemos con las personas que están más cerca. Un varón que ama a Dios, nunca, por ninguna razón, puede tratar a su esposa como un ser de segunda categoría o como una persona que debe ser dependiente de un varón. El amor de Dios transforma todo, incluyendo los vínculos más cercanos.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR
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