No fue mi enemigo


“No me afrentó un enemigo” (Salmo 55:12)

Probablemente lo más devastador y triste de la violencia doméstica es que ésta no proviene de un extraño sino de alguien que dice amarnos o que al menos, ha hecho un pacto de amor con nosotros. Es descorazonador observar a personas que dicen amarnos, pero actúan como si nos odiaran. Es lo que expresa de manera elocuente el salmista.

“No me afrentó un enemigo, lo cual yo habría soportado, ni se alzó contra mí el que me aborrecía, pues me habría ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, ¡mi guía y mi familiar!, que juntos comunicábamos dulcemente los secretos y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Salmo 55:12-14).

Son palabras tristes, dichas con una melancolía que expresa una profunda desolación por ser víctima, precisamente, de alguien que ha sido un familiar, alguien con quien hemos compartido momentos tan especiales como la comunión con Dios. Si hubiese sido un extraño, se habría ocultado, ¿pero cómo esconderse de alguien a quien vemos todos los días y en términos de familiaridad?

Todas las estadísticas nos dicen que el 99% de las agresiones físicas, emocionales, sexuales y religiosas, provienen de personas que están en contacto íntimo o familiar, con las víctimas. No son extraños. De hecho, si le hacemos caso a los estudios, las personas corren menos riesgos con extraños que con sus propias familias, así de rotundo y triste.

Pero, lo que más me entristece de todo este asunto, es el discurso de religiosos, que premunidos de mitos e ideas sin fundamento, urgen a las víctimas de violencia doméstica a quedarse al lado de sus agresores. Incluso, haciendo preguntas tan criminales como: ¿No habrá hecho usted algo para provocar esta situación? Es decir, trasladando la responsabilidad hacia el agredido y quitándosela al agresor.

No hay que darle más vueltas. Quien agrede o violenta, de cualquier manera, actúa como un delincuente y es culpable de un delito. Además, para quienes están casados, quien agrede rompe los votos matrimoniales. Para efectos del pacto, en la agresión, ya no existe más matrimonio.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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