Sin matices


“No caminéis según las costumbres de las naciones” (Levítico 20:23)

Es una constante en la Biblia que Dios llama permanentemente a sus seguidores a establecer una diferencia con los no creyentes. No sólo en la forma de vestir o comer, que es lo más obvio, sino en todos los aspectos de la vida. Lamentablemente, con la introducción en occidente de la dualidad entre “material” y “espiritual”, se ha llegado a creer que la vida espiritual no tiene nada que ver con lo cotidiano, de hecho, suele llamársele a lo común, secular. No obstante, esa división no existe en la Biblia, el llamado es a que en todo lo que hagamos demos gloria a Dios, en todo, no sólo en actividades “religiosas” y lo pongo en comillas, porque para un cristiano no hay “actividades religiosas” y “no religiosas”, porque todo lo que hace o vive debe estar en conexión con los principios que sustenta y con la visión de mundo que le entrega la Escritura. No se puede ser cristiano, como algunos pretenden, los fines de semana en el culto habitual, y dejar de serlo en la semana, en las actividades cotidianas. Eso es una especie de esquizofrenia religiosa absurda.

Por eso cuesta entender que tantos “espirituales” que están los fines de semana escuchando sermones, participando en liturgias religiosas y realizando todas las actividades propias de un creyente, sean machistas de tomo y lomo, y además, defiendan no serlo, en un estilo de negación propio de quienes no admiten la dicotomía que han efectuado en sus vidas.

El machismo se sustenta sobre la base de sostener el liderazgo y superioridad masculina. El concepto bíblico se basa en la idea de la equidad de ambos sexos, donde ambos admiten deberes y derechos.

En el machismo los roles son estáticos y se basan en la supuesta diferencia psicológica irreconciliable de los sexos, donde varones y mujeres, vivirían en las antípodas emocionales. El concepto bíblico le concede a ambos, varones y mujeres, las mismas cualidades emocionales, espirituales, cognitivas y humanas. Evidentemente, hay matices, vinculados con crianza y herencia, pero que en ningún caso suponen la superioridad de un sexo sobre otro.

La Biblia sostiene el modelo de complementariedad, donde varones y mujeres, basados en dones y talentos, se ayudan mutuamente.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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