A mi derecha


“Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Salmo 110:1)

En el mundo antiguo tan lleno de símbolos y categorizaciones sociales, sentarse a la derecha de un rey o un monarca era el mayor honor que se lo podía conceder a alguien. Era considerado un privilegio, concepto que aún se mantiene en el lenguaje coloquial cuando una persona de responsabilidad se refiere a su subordinado de más confianza como “su mano derecha”.

En este salmo en particular, la frase está en un contexto de una promesa. La invitación a sentarse a la derecha es mientras se pone a los enemigos como estrado de sus pies. En otras palabras, no te preocupes, quédate a mi lado, hasta que tus enemigos sean acabados.

Evidentemente, estas ideas están en el contexto de una nación conmovida por guerras y confrontaciones territoriales, como las que tuvo que enfrentar Israel en muchas ocasiones. Desde esa perspectiva es una promesa que debe haber alegrado la vida de muchos seguidores de Jehová.

Sin embargo, también tiene sentido para hoy. A veces, especialmente cuando somos atacados injustamente, y aislados por personas que no logran entender el valor que tenemos como personas, y nos tratan como si fuéramos basura que debe ser descartada, es difícil encontrar paz y alegría, especialmente si los que te castigan o persiguen son personas queridas o que en algún momento han ocupado un lugar importante en tu vida.

La promesa viene de la mano de Dios que nos concede un valor especial y único. Nos invita a sentarnos a su derecha, simplemente, porque para él somos sumamente importantes. Dios desea que cada día sintamos la alegría de ser considerados joyas preciosas. Él nunca olvida que somos como “la niña de sus ojos” y nos trata con un amor infinito que es casi imposible describir en palabras.
Dios espera que nos sintamos seguros. Que entendamos que cuando alguien ataca a un hijo de Dios, en realidad, se ve confrontado con Dios mismo, que nos apoya y valora y nos invita a quedarnos tranquilos porque sabe que todos los que obran mal en algún momento reciben los resultados de su mala acción.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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