“Pues gente impía y mentirosa ha declarado en mi contra, y con lengua engañosa me difaman; con expresiones de odio me acosan, y sin razón alguna me atacan” (Salmo 109:2-3)
Vivimos un mundo al revés. Cuando una persona reclama o se defiende por la difamación o la infamia, se lo acusa de victimizarse y se lo desprecia. Sin embargo, los calumniadores, difamadores y mentirosos generalmente pasan desapercibidos y cuando se descubre su falta, sus pecados son minizados como algo superficial que no es tan grave.
El gran problema es que toda mentira que se difunde, es prácticamente imposible detenerla. Más aún, cuando las personas tienen más tendencia a creer lo malo que lo bueno. Es cosa que se haga correr un rumpor negativo de alguien para que se desparrame como fuego en bosque seco. No pasa lo mismo cuando se cuenta algo positivo de alguien.
Los difamadores se esconden detrás de caretas. Generalmente utilizan la ingenuidad de sus interlocutores como para transmitir sus informaciones falsas. Dejan caer una frase aquí y otra allá, de manera casual, y pronto se arman verdaderos líos intepersonales, porque hubo un difamador que propagó una información falsa.
La difamación, el rumor, la infamia, y el dar a conocer informaciones de otras personas es una forma de violencia. No se realiza de la misma manera que si se tomara un arma y se atacara a alguien, pero no hay que equivocarse, cada rumor que se difunde es un mazaso a la integridad de una persona.
Es necesario crear una cultura cristiana que tenga cero tolerancia al rumor y a la difamación. No es posible que personas que dicen adorar a Dios tengan una lengua difamatoria, una cosa y otra no van juntas.
El autor del salmo experimenta en carne propia lo que significa sufrir por la lengua de su prójimo que se dedica a difundir mentiras acerca de su persona. Lo más dramático es que los mentirosos y difamadores rara vez reconocen su falta y admiten estar equivocados. Al contrario, la mayoría mantiene sus dichos aún cuando las evidencias apunten en su contra. En algún momento deberán responder por su falta.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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