Dígnate a escuchar


“¡Dígnate escucharme!, ¡respóndeme pronto cuando te llame!” (Salmo 102:2b DHH)

Esta sección del Salmo 102 más que una petición más bien parece un reproche y en tono imperativo, señal de que David la está pasando verdaderamente mal y por eso se expresa de esta manera delante de Dios. Sin embargo, aunque parece un tanto irrespetuoso lo que hay es algo totalmente diferente a lo que se lee a primera vista, no hay reproche ni irrespeto, lo que hay es simple y llanamente confianza. La que tiene alguien que conoce a su interlocutor y que no teme decirle sus más íntimos pensamientos, aún cuando puedan resultar ofensivos o irrespetuosos.

La imagen que a menudo se pinta de Dios no sólo es una caricatura, sino que suele ser verdaderamente ofensiva para quienes conocen verdaderamente a Dios.

Me gusta pensar en Dios como padre. No tuve la bendición de ser acompañado por un padre, tal vez por esa razón sea esa imagen literaria la que más me acerca a Dios. Aunque no tuve un padre cercano si entiendo lo que es la paternidad, en la relación que tengo con mis hijos. Sé que para ser creíble a ellos debo de ser cercano y estar en todo momento, especialmente en los difíciles. Si no lo hiciera, no merecería llamarme “padre”.

Ese Dios lejano, megalómano, que sólo busca adoradores, que hay que hablarle con cuidado para que no se ofenda, con el que no puedo llorar ni reir, porque en su ubicua posición lo puedo ofender, no es más que una caricatura inventada por mentes enfermas.

Lo real es que Dios es mi padre, que no se ofende si en algún momento estoy enojado o triste. Dios no se molesta si en algún momento utilizo palabras hasta blasfemas, porque él me conoce, sabe quién soy, él entiende más de lo que yo mismo entiendo.

Cuando David le reclama a Dios que lo escuche y que sea pronto, lo hace no desde la posición de un hijo taimado y caprichoso, sino desde el lugar del sufriente que sabe que puede acudir a su padre con sus reclamos y él lo recibirá con los brazos abiertos porque el amor hace eso, cuida, protege y recibe. Nunca condena.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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