Huesos que se desvanecen


“Pues mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas” (Salmo 102:3)
 
En medio del dolor y la angustia es fácil escuchar frases como estas: “Me siento morir”, “me duele hasta el alma”, “siento que ya no quiero seguir viviendo”, “se me va hasta el aliento”... y otras similares, que expresan en palabras lo que siente el cuerpo y la mente, cuando todo se ve oscuro y no hay nada más por delante.

David está solo, abandonado, perseguido, en una situación que no se la desea ni a su peor enemigo y siente que sus “días se desvanecen como el humo” y que los huesos le arden como brasas. Es evidente que está usando metáforas para describir como se siente.

Es la sensación de quienes están al borde de la locura al verse envueltos en situaciones de angustia y dolor emocional extremo.

La mayoría de las personas no entiende en absoluto a los dolientes, sino hasta cuando ellos mismos se ven envueltos en situaciones donde su racionalidad es puesta a prueba.

Un amigo solía denostar a quienes lloraban y se angustiaban en medio de la pérdida de un ser querido. Sus frases preferidas eran:

—¿Dónde quedó su fe? ¿Por qué lloran si saben que al final ellos resucitarán? ¿No confían suficientemente en Dios?

Pero, un aciago día, perdió a su hija y a su esposa en un cruel accidente de tránsito. Ahí todo cambió radicalmente. Fue como si de pronto todo perdió sentido. La angustia fue tan grande que pensó que se volvería loco. Dejó de trabajar. Se aisló. Era cosa de ver su rostro para saber que estaba sufriendo de una manera atróz. Habría sido muy cruel utilizar las palabras que antes él usaba con los sufrientes. Aprendió de la peor forma de que una cosa es tener fe y otra muy distinta es actuar como un ser humano normal que debe llorar y angustiarse en determinados momentos, especialmente cuando son inesperados.

Sentirse morir en medio del dolor es lo más normal del mundo, al grado de que si alguien no se siente así, su dolor, en realidad, no es tan profundo. Lo extraordinario que enseña David es que podemos estar confiados de acudir a Dios con nuestro sufrimiento porque él no nos expulsará, sino que nos recibirá y llorará junto a nosotros.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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