En su santuario


“¡Alaben a Dios en su santuario!” (Salmo 150:1 DHH)

La traducción de la segunda parte de este versículo no es clara. Varias traducciones dicen “en su templo”, aunque en el momento en que el salmo fue compuesto no había templo, sólo existía el santuario del desierto, sin embargo, en dicho lugar no existía el sistema de congregación que existió después.

Una luz nos lo da la Septuaginta, la traducción desde el hebreo al griego, efectuada por eruditos hebreos en tiempos de Alejandro Magno, traducción que continua la Vulgata Latina. Esta sección la traducen “alaben al Señor todos sus santos” (Ravasi, 2011:561) y eso parece tener más sentido en el contexto, porque son los santos los que alaban a Dios.

Los santos, es decir, quienes han sido apartados por la gracia de Dios son los que tienen motivos de alabanza. Las personas que no creen ni entienden los dones infinitos de la gracia divina, difícilmente se reunirán a alabar a Dios.

La alabanza es producto de una mente agradecida a Dios, que actúa por reacción a lo que Dios previamente ha hecho. Se goza en alabar a quien ha liberado a su pueblo.

Por esa razón el Salmo 150 es el salmo de los aleluya, de la expresión de la inefabilidad de expresar con toda su trascendencia el carácter de Dios y su misericordia. En diez ocasiones el salmo invita a alabar a Dios, como una muestra de alegría y gozo por todo lo que Dios ha hecho por los creyentes, por los santos que se alegran de saberse hijos de la misericordia.

Como señala Hugo Estrada, en el Salmo 150 “ya no se le pide nada, al Señor; ya no se cuenta ninguna historia ni de Dios ni de los hombres; ya no hay ninguna enseñanza de tipo sapiencial” el salmo sólo contiene “un repiqueteo de aleluyas, invitando a toda la creación a unirse para formar un coro polifónico —el más grandioso que se pueda imaginar— para alabar jubilosamente a Dios con todas nuestras potencias” (Estrada, 2007:316).

Al final del libro de los Salmos encontramos el sentido de llamar a este libro “canto de alabanza”.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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