“Mi corazón decae y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito!” (Salmo 102:4)
Una de las deudas históricas del cristianismo es aprender a lidiar adecuadamente con el dolor ajeno. No sólo dando palabras de buena crianza o de circunstancia, sino actuando. Muchos, a través de la historia del cristianismo, han logrado aprender, pero muchas veces se han conformado con asistencialismo, en vez de ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas.
La descripción que hace David en este verso, es simplemente, desgarradora. Es la sensación de que se está muriendo, así como la hierba marchita que tiene poco para vivir. El perder las ganas de vivir, no sólo es un síntoma depresivo, sino que además, marca la inflexión existencial entre una persona que ve futuro para su vida y otra que ha perdido el sentido vital para su existencia.
¿Qué se hace en estos casos?
Una posibilidad es la típica, envolver su desámino con palabras de buena crianza y mensajes espiritualizantes que no tienen mucho valor. “Ánimo, Dios está contigo” o “un cristiano no debe desanimarse”.
Otra opción es hacer que nada pasa y negar la situación con frases como “ya verás que es sólo un mal momento y se va a pasar”.
La opción menos plausible y menos apoyada es acercarse, abrazar al que sufre y decirle simplemente, “no entiendo lo que estás pasando, pero aquí estoy, para acompañarte y serte útil si me lo pides”.
No es pasividad ni quedarse a un lado. Es simplemente, respeto al dolor del otro.
Al ofrecernos para hacer algo dejamos abierta la puerta para que la persona que sufre pueda solicitar nuestra ayuda si libremente lo elige. Porque actuar de otro modo, simplemente, invade la privacidad de alguien que precisa tener espacios para recuperar su fe en la vida.
En algunos casos, las personas podrán ver la luz al final del túnel. En otras, algunos simplente no lo verán y se hundirán en su desaliento. Lo único que no debería variar es la disponibilidad a estar al lado del sufriente de manera incondicional y no poniendo cargas de culpa o sinsabor a alguien que la está pasando mal.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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