“A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra” (Salmo 121:1-2)
En la tradición religiosa pagana del mundo antiguo los dioses vivían en las montañas o los llamados “lugares altos”. El salmista pregunta de manera retórica si la ayuda que necesita vendra de las montañas y se contesta a sí mismo que no porque proviene de Dios que es el creador de todo, incluyendo a los montes altos.
Este sólo par de versículos son una declaración en contra de la idolatría y del paganismo. Con estas ideas el salmista marca una diferencia sustancial con los pueblos aledaños que creían en dioses paganos y que habían convertido los lugares altos en sitios de culto.
En algún momento de su historia los israelitas calleron en este tipo de práctica alejándose totalmente de los conceptos correctos, pero, luego volvieron a los caminos de Dios cuando se dieron cuenta que no podían poner sus afectos en dioses de “madera y piedra, obra de manos humanas” (Isaías 37:19). Pero fue un largo camino hasta que entendieron que Dios está por sobre cualquier representación.
De hecho, las imágenes son un insulto a la divinidad porque al circunscribirlas a una imagen, le quitan uno de los atributos más importantes de la divinidad como es la omnipresencia.
¿En quién ponemos nuestra confianza?
Los seres humanos son chistosos. Le muestran lealtad plena a Dios, pero al momento de las dificultades no dudan en acudir a agoreros y vendedores de ilusiones religiosas.
Conocí a una dama que de vez en cuando consultaba con un brujo que practicaba la llamada “magia blanca”, y ante el reclamo de que era una cristiana que profesaba ser seguidora de Cristo y que no podía andar en esos caminos, contestó muy ufana:
—Es que hay que estar bien con Dios y con el diablo.
Lamentablemente, muchos cristianos piensan lo mismo sin entender que ese es un engaño peligroso. Si estamos a cuenta con Dios no tenemos nada que temer, entenderemos que nuestro refugio estará en Dios y desde él vendrá toda la ayuda que necesitamos. Es la convicción que mueve a los verdaderos creyentes.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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