“Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre” (1 Corintios 9:25)
De un modo u otro el deporte es reflejo de la sociedad. Muchas hazañas deportivas lo que han hecho es dar lecciones de vida a millones de personas. La primera y gran lección es que un momento de gloria deportiva no se logra sólo con buenas intenciones. Por cada medalla olímpica se necesitan años de esfuerzo y trabajo silencioso y solitario. Muchos quedan en el camino por no estar dispuestos a hacer el trabajo que se debe hacer.
El 2 de diciembre de 2012, el mundo deportivo mundial contempló una escena digna de mencionar. El atleta keniano, Abel Mutai, medallista olímpico en Londres 2012, lideraba la carrera Cross de Burlada, en España. Cuando creyó haber llegado a la meta, el africano bajó la velocidad y empezó a saludar pensando equivocadamente que había ganado. Su perseguidor, el español Iván Fernández Anaya, quien lo seguía aguerridamente, se dio cuenta de esto y en vez de sobrepasarlo, le avisó que aún no acababa la competencia y lo empujó hacia la meta real.
La lección es que no se trata de ganar por ganar. No es que tengas que llegar a la meta a cómo de lugar y traspasando principios y valores que son importantes para la sociedad y la convivencia.
El verdadero héroe de esta historia es el atleta Iván Fernández, bien podría haber sobrepasado al atleta de Kenia y probablemente mucha gente hubiera alabado la astucia de Fernández y Abel Mutai habría quedado como un tonto, al estar tan cerca de la meta y no haberse percatado de llegar. Pero Fernández entendió que eso no era justo. La mayor parte de la prueba la lideró Mutai. Cuando se le preguntó por lo que había hecho dijo:
—Hay que ganar en buena lid. Abel simplemente cometió un error, pero era el justo ganador, me habría sentido muy mal de haber ganado por una equivocación de mi compañero.
Si todos tuviéramos esa forma de pensar el mundo sería distinto. Dios nos creó para la colaboración, no para la competencia desleal y aguerrida. Nos hizo con la facultad de elegir lo que es mejor en cada circunstancia. Si prefiriéramos la convivencia antes que la gloria personal, otra sería la situación de la sociedad, de la iglesia y de la familia.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Superando obstáculos

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