“Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen” (1 Timoteo 6:18)
Había llegado al aerpuerto de Saint Louis, en EE.UU. atrasado. Había salido bien desde el lugar donde estaba alojando, tenía el tiempo suficiente, pero, nos encontramos en una autopista varados a causa de un accidente y no pudimos avanzar como estaba previsto. Tenía vuelo en la Southwest Airlines, así que llegué al mostrador y lo primero que me llamó la atención de la señora que me atendió fue su amable sonrisa. Me dijo, no se preocupe, buscaremos la forma de que pueda volar a tiempo. Tenemos convenios con otras aerolineas. Ni siquiera tuve que rogarle, ella sólo vio la hora del boleto, se dio cuenta que estaba atrasado, no preguntó nada y solucionó el problema. En media hora estaba sentado cómodamente en otro avión de otra empresa, y en dirección a mi destino. Quedé admirado de su amabilidad y me dije a mí mismo que si volvía a volar en EE.UU. sería en esa aerolinea. Un tiempo después supe el secreto detrás de esa atención.
Southwest Airlines, es la aerolinea más grande de Estados Unidos que celebró su 43o año consecutivo de rentabilidad en el año 2016. Su fundador Herb Kelleher lo ha logrado a costa de uno de sus principios fundamentales: Lo principal es el cliente. Un pasajero satisfecho volverá a volar en Southwest.
Desde un comienzo Kelleher se enfocó en brindar un excelente servicio al cliente. Desde el principio entendió que el personal que atiende a las personas puede hacer o deshacer un negocio. Para lograr que sus empleados se comprometieran Kelleher inició un programa de reparto de utilidades y opciones de acciones que hicieron a los empleados sentirse y actuar como propietarios.
Los cristianos debemos aprender esa lección. Cuando una persona ingresa a una iglesia debe ser tratado como la persona más importante del mundo y lo es, puesto que Jesús murió y resucitó por ella. A veces, actuamos como si diera lo mismo que alguien escuche o no el evangelio. Sin embargo, nunca da lo mismo. Es preciso expander las buenas nuevas y eso se hace no con la enseñanza de doctrinas o disputas teológicas, sino con el trato amable, cortés y empático ante las necesidades de las personas. Cuando entendemos que la iglesia somos nosotros, todo cambia.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Superando obstáculos

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