Actitud más que aptitud


“Uzías tenía dieciséis años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años” (2 Crónicas 26:3)

Uzias tenía aptitudes extraordinarias. Pudo levantar una nación casi desde sus cenizas y darle en parte la gloria que había tenido en el pasado. Reconstruyó ciudades, mejoró el sistema agrícola del país, canalizó aguas, planificó construcciones cuyos vestigios es posible ver aún hoy en día. El gran problema de Uzias era su actitud.

Llegó un momento en que se creyó imprescindible. Pensó que todo lo que había logrado lo ponía por sobre los demás y cometió errores de principiante, no por carecer de inteligencia, sino, paradojalmente, precisamente por eso, porque se sabía capaz y no logró percibir que su actitud lo llevó a la arrogancia y la vanidad.

Terminó sus días enfermo de lepra, aislado y viendo desde lejos la prosperidad de su nación que él no pudo gozar.

John C. Maxwell cita a Denis Waitley quien en su libro La ventaja del ganador escribió: “Los verdaderos líderes de negocios, de la comunidad profesional, la educación, el gobierno y el hogar también parecen acercarse a una talla especial que los separa del resto de la sociedad. La talla especial no está en una noble cuna, en un elevado coeficiente intelectual, o en el talento; está en la actitud, no en la aptitud” (Maxwell, 2016:9).

Excelentes líderes con grandes aptitudes, no han podido avanzar, precisamente por la actitud. Por no entender que no basta el talento, que es preciso asumir actitudes que puedan ayudar verdaderamente al cumplimiento de la misión. Un buen líder con una mala actitud, tarde o temprano fracasa y convierte sus posibilidades en nada más que humo y falsas expectativas.

“La actitud es siempre un ‘jugador’ de su equipo” (John C. Maxwell)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer

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