Sabios


“Así que tomé a los líderes de sus tribus, hombres sabios y experimentados, y les di autoridad sobre ustedes” (Deuteronomio 1:15)

Al leer las características que Moisés escogió para quienes habían de ser líderes de Israel dos sobresalen: Sabiduría y experiencia. No autoridad, eso vino después.

La sabiduría de la cual habla la Biblia no tiene que ver con títulos profesionales o facultades, sino con humildad para escuchar, para estar a los pies de Dios y con la capacidad de aprender siempre. Los malos líderes no buscan aprender, al contrario, se envanecen en su soberbia y falta de criterio para tratar a las personas y ocuparse de los negocios de Dios.

Un hombre sabio, de acuerdo a lo que presenta la Escritura, es alguien que está siempre dispuesto a aprender, en primer lugar de Dios y luego de sus semejantes, porque sabe sus límites y porque entiende que nadie es dueño de la verdad, sólo Dios.

Por otro lado, la sabiduría debe ir acompañada de experiencia. La teoría es vital, sin una buena teoría se cometen muchos errores, sólo con teoría y sin nada de práctica, todo se convierte en mera charlatanería. Se precisa un equilibrio. Los sabios intentan llevar a la práctica lo que aprenden y eso mismo les sirve de refuerzo para seguir creciendo y poder ocuparse adecuadamente del liderazgo que tienen.

Lo que algunos caudillos y jerarcas religiosos no alcanzan a entender es que al autoridad viene luego de la sabiduría y la experiencia, no antes. Quien reclama autoridad sin ser sabio, con ese mismo reclamo admite ser un necio ensimismado en su propio orgullo.

“Me aparto de la gente que considera a la insolencia valor, y cobardía a la ternura. Y también me aparto de aquellos que consideran charlatanería a la sabiduría e ignorancia al silencio” (Jalil Gibran)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer

#MiguelÁngelNúñez  #Devocionmatinal  #Reflexiones
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