“Te insto delante de Dios, de Cristo Jesús y de los santos ángeles, a que sigas estas instrucciones sin dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos” (1 Timoteo 5:21)
En la película Selma, que representa una parte del proceso histórico que llevó a Martin Luther King a comprrometerse con la causa de la defensa de los derechos civiles, se ve a policías involucrados en asesinatos y en golpizas a personas que defendían su derecho a votar. También se ve a políticos que defienden lo que hacen con el argumento de que es “el diseño de Dios”.
Los más sorprendente es que los mismos que maltrataban, torturaban, asesinaban y no permitían el ejercicio de los derechos civiles actuando como verdaderos criminales, los fines de semanas estaban congregados en sus iglesias cantando himnos de alabanza a Dios como si nada de lo que hubiera ocurrido fuera verdad.
Esas disociaciones mentales nos hablan de una religión enferma. Lo mismo ha venido ocurriendo por siglos. Torturadores que no tenían conflicto existencial en orar a Dios, incluso, para pedirle que dirigiera sus manos en el papel horrible que desempeñaban. Asesinos que luego de masacrar a sus víctimas no tenían empacho en reunirse en grupos religiosos mostrando una piedad digna del más fiel de los religiosos.
Su majestad el prejuicio ciega, al punto de no ser capaz de percibir su propia indignidad y contradicción. No existen personas perfectas, sin embargo, cuando el prejuicio no permite pensar con claridad de pronto nos encontramos con este tipo de situaciones, gente que obra de un modo, pero con sus hechos contradice todo lo que dice ser. Una forma burda de presentarse al mundo. En Cristo somos lo que somos, sin caretas. Tal cual, porque sabemos que fingir no sirve para nada.
“La injusticia en cualquier lugar es una amenaza en todos lados” (Martin Luther King)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer
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