Diferentes, ¡claro!


“Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado” (Romanos 12:6)


Hablar de igualdad en términos absolutos es un absurdo. Si una sociedad aplicara principios de igualdad de una manera absoluta se convertiría en una sociedad injusta por la simple razón de que no tendría en cuenta las diferencias que existen entre las personas y los grupos. Pero a la vez, y paradojalmente, si las personas no se reconocen como iguales, entonces, no se actúa en justicia. ¿De qué estamos hablando entonces?

La ética exige igualdad, pero es preciso aclarar en qué, de otro modo introducimos nociones de injusticia.

Por ejemplo, algunos dicen, “todos los niños son iguales y merecen la misma educación”. Quien no analiza correctamente el concepto introduce una noción de injusticia que termina siendo falta de equidad. ¿Todos los niños son iguales? No, absolutamente, las diferencias individuales son un hecho innegable, pero a la vez, si son iguales, porque merecen un trato justo porque son seres humanos. Entonces, hablamos de dos cosas diferentes utilizando una misma palabra.

Si ningún niño es igual a otro en términos de individualidad, entonces, no podemos aspirar que todos reciban la misma educación. Unos serán hábiles en un área y otros en otra, una educación que aspire a la equidad, le proporcionará lo mejor a cada uno conforme a sus características personales, es la base de lo que ha descubierto el educador Howard Gardner al proponer la teoría de las inteligencias múltiples en 1983.

Si aplicamos el mismo concepto al género, es evidente que mujeres y varones no somos iguales en características físicas, intelectuales y emocionales, pero, esa diferencia no implica que no debamos recibir un trato justo, equitativo y no discriminador. Una sociedad cristiana que entiende los principios de Jesús, nunca, por ninguna razón discriminará a alguien por cuestiones accidentales, como el género, que nadie elige y por lo tanto, es injusto que se pretenda algún tipo de diferencia por algo no elegido.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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