“Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:15)
Es difícil imaginar el sentimiento que tendría la primera pareja frente a lo ocurrido. Todo parece haber sido un hermoso sueño que duró demasiado poco tiempo y luego, la pesadilla. Lo que escuchaban de Dios casi no lo entendían, porque no habían tenido la más mínima experiencia de lo que se les estaba diciendo.
Al parecer todo ocurre tan rápido y parece ser tan injusto lo que ocurre, condena sin posibilidad de redención, sin segundas oportunidades, sin redención, y luego vienen las palabras que anuncian la simiente. La mayoría de los comentaristas cristianos ha visto en estas palabras un anunció de Jesús, sin embargo, no todos están de acuerdo.
G. Sigal en un polémico libro señala que “no hay absolutamente ninguna prueba para asumir que este verso es mesiánico o que el Mesías nacería de una forma sobrenatural” y agrega que es “exegéticamente insostenible” (Sigal, 1981:3), evidentemente desde una perspectiva judía.
La posición de quienes ven en este texto un anuncio mesiánico es que se está haciendo una promesa de una simiente que vencerá a la serpiente, lo que ha sido interpretado en casi todos los comentarios cristianos como un anuncio del Mesías que vendría. Génesis 3:15 finalmente “predice la venida de un futuro individuo (una simiente) que tendrá la victoria sobre la serpiente a través de su propia muerte” (Rydelnik, 2010:134).
¿Se imaginan lo que habrá sido eso para la mente de la primera pareja? Se les daba una esperanza. Una luz frente a tanta tristeza.
A partir de Eva cada mujer esperó que desde ella naciera quien habría de vencer finalmente al enemigo de Dios. En cada mujer persistía la esperanza. ¿Cómo es posible pensar que habiendo sido elegida la mujer para encarnar el proceso desde el cual se salvaría a la humanidad fuera en esencia inferior o peligrosa? Sostendría sobre sus brazos al Mesías, ¿dónde está el peligro de ser mujer?
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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