“Por tanto, entrega sus hijos a hambre, dispérsalos por medio de la espada, y queden sus mujeres sin hijos, y viudas; y sus maridos sean puestos a muerte, y sus jóvenes heridos a espada en la guerra” (Jeremías 18:21)
La muerte es una realidad que no podemos evitar, es como diría la psiquiatra y tanatóloga suiza Elizabeth Kubler Ross, parte de la vida. Todos los seres humanos estamos hermanados por la muerte. Nadie, por mucho que lo intente, puede evitar el insoslayable momento en que su vida se disipa. No obstante, no hablamos de eso, simplemente, lo evitamos, lo conversamos en susurro y cuando alguien se muere actuamos con sorpresa como si eso nunca pudiera ocurrir, cuando sabemos bien que es algo que ocurre a cada segundo en nuestro mundo.
Como diría la escritora española Nuria Calduch-Benages: “La muerte une a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del planeta. Nadie puede esquivarla. Tarde o temprano a todos nos estrecha su abrazo” (Calduch-Benages, 2006:39).
Lo extraño de la muerte es que históricamente la asociamos con la mujer. De hecho, se pinta a la muerte como femenina y en las lenguas eslavas y romances (incluyendo el español), la muerte es personificada en forma femenina, aún en eso, hay una extraña forma de discriminar a la mujer. ¿De dónde vienen esas tradiciones?
En el fondo dichas interpretaciones se remontan a una explicación antojadiza del texto bíblico que culpa a la mujer del pecado y sus consecuencias, de allí que en los funerales hebreos, cuando se hacía el cortejo en dirección a la sepultura, las mujeres iban delante del muerto, y al final, como diciendo “nosotros no somos culpables”, iban los varones.
¿Será que esto es así? La Biblia no culpa a la mujer por la muerte sino que establece que es consecuencia del pecado, del que ambos, varón y mujer, son responsables. Lamentablemente, en la mentalidad popular pueden más las tradiciones sexistas que el buen juicio y la equidad. Algún día hemos de morir, y eso es sólo una consecuencia del pecado que nada tiene que ver con ser mujer.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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