“Nunca me he distinguido por mi facilidad de palabra” (Éxodo 4:10)
Las palabras tienen el poder de transformar o degradar, de cambiar o no una situación, de producir alegría o tristeza. Las palabras tienen un poder que a menudo no entendemos correctamente. Por una palabra mal dicha personas se pelean o agreden y otras, utilizando tan sólo palabras se acercan y comprometen. Minimizar el efecto de las palabras es no entender el poder del lenguaje.
En la relación de parejas es muy común escuchar la frase “hacer el amor”, expresión nefasta y tergiversadora del verdadero sentido de la sexualidad. Originalmente esta expresión se comenzó a utilizar en el período del romanticismo, cuando significó conquistar a una persona o hacerle noblemente la corte. Conquistar en el buen sentido, no entendiendo a la otra persona como un trofeo, sino como alguien valioso por lo cual valía la pena exponerse y realizar actos que pudieran dejar entrever el amor que el pretendiente tenía. Lamentablente, con raras excepciones, esta era una actividad reservada casi exclusivamente a los varones. Pocas mujeres se atrevieron a tomar iniciativas que sirvieran para hacer que un varón las eligiera. Era mal visto y digno sólo de cortesanas. Hacer la corte o “hacer el amor”, era tomado como una forma noble de actuar. Se consideraba indigno, en esa época que los padres eligieran por los hijos o que alguien fuera obligada a vincularse con otra persona. En la práctica ocurrió muchas veces, que especialmente en clases nobles, políticas o adineradas, las mujeres quedaban sin opción, porque el matrimonio era parte de un acuerdo político o comercial, tal como se ve en la Biblia en tiempos de Salomón.
Lamentablemente el “hacer el amor”, se ha convertido en otra cosa, como si el “amor pudiera ser hecho”, una forma burda para referirse al encuentro sexual de la pareja, que “no hace el amor”, sino que descubren mutuamente la alegría de compartir sus cuerpos y expresarse libremente el afecto que se tienen.
El amor es un aspecto esencial de la pareja, la sexualidad es expresión de esa vitalidad esencial. Nunca al revés.
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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito:
LAZOS DE AMOR
LAZOS DE AMOR
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