Con el agua al cuello


“Sálvame, Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello” (Salmo 69:1)


Los seres humanos somos muy curiosos, decimos creer, pero esperamos hasta que el agua nos está llegando al cuello para clamar a viva voz por el favor de Dios. De hecho, es muy difícil encontrar incrédulos en situaciones de sufrimiento, enfermedad o situaciones límites, de pronto se dan cuenta que Dios existe y que es su única esperanza. Pero es una lástima tener que llegar a esos momentos para darse cuenta de la existencia de Dios, cuando podrían hacerlo en tiempos de bonanza.

Muchas cosas pueden hacernos llegar el agua al cuello. A lo largo de la existencia se van acumulando situaciones que pueden ser abrumadoras. Una es tener que lidiar con gente. Un amigo suele decir en broma: “El mundo es hermoso, lo sería más si no hubiera gente”, pero, es imposible. Tenemos que confrontarnos diariamente con personas que de alguna u otra manera nos harán el camino difícil. Nos encontraremos con individuos que nos tratarán de locos, simplemente, porque no estamos de acuerdo con sus ideas, y hay que soportarlos. Otros nos faltarán el respeto gratuitamente y nos tratarán mal, especialmente quienes tienen alguna cuota temporal de poder y se creen con derecho a hacerlo. Pero aún así, es preciso dejar las cosas en las manos de Dios, si acumulamos resquemor u odio, eso no nos ayuda en nada, al contrario, es permitir que el agua nos llegue al cuello.

La vida es demasiado corta como para estar ocupándose de todos los que nos ponen trabas para avanzar. Winston Churchill (1874-1965), escritor y estadista inglés lo ironizó de esta manera: “Nunca llegarás a destino si te paras a tirar piedras a cada perro que te ladre”. Y tiene razón. Permitir que otras personas controlen tus emociones y te hagan actuar de una u otra manera, también es permitir que el agua te llegue al cuello. Es dejar que tu agenda emocional sea controlada por las malas acciones de otras personas. Así no funciona.

Dios está dispuesto a ayudarte. Pero primero debes ayudarte a ti mismo no permitiendo que situaciones externas controlen tu mente, tus pensamientos, tu espiritualidad o tu relación con tu familia y amigos. Dios te ayuda, sin duda, pero también nosotros tenemos que tomar decisiones, antes que el agua nos ahogue.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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