Delitos que abruman


“Nuestros delitos nos abruman, pero tú los perdonaste” (Salmo 65:3b)


Siguiendo la lógica del Salmo 65 lo primero que establecimos es que Dios escucha, siempre, sin presiones de ningún tipo, ni cadenas de oración ni grupos de influencia. Luego señalamos que en especial escucha a quienes van a él con la convicción de su pecado, porque saben que serán recibidos y no rechazados. Un tercer concepto es que van a Dios, porque saben que serán perdonados, y eso es impagable, y no necesitamos repetición ni cúmulo de palabras, sino simplemente, la certeza de saber quién es el Dios en quién hemos creído.

La NVI traduce “pecado” por “delito”, una palabra fuerte que no estamos acostumbrados a utilizar para referirnos a nuestros propios errores, si en cambio, para hablar de los pecados ajenos, porque cuando el pecador es otro no tenemos miedo de calificar, vieja esquizofrenia psicológica de todos los seres humanos, en términos populares, diríamos que es la ley del embudo, cuando soy yo el pecador, quiero paciencia, bondad y ternura, cuando es otro, que se pudra. Es decir, cuando soy yo quiero la parte ancha del embudo, cuando es otro, lo que queda.

Menos mal que tenemos a Dios. Podemos acudir a su bondad sin temor sabiendo que Dios siempre nos va a recibir. Que Dios se complace en perdonar. Entender que la divinidad bíblica es de oportunidades nos da la seguridad para entender su amor.

Tener personajes bíblicos llenos de manchas pútridas como David, Salomón, Uzias, Israel, Noé, Abraham, Adán, Eva, Pedro, Pablo y miles más, y saber que todos ellos fueron recibidos pese a sus errores, y no sólo eso dándoles nuevas oportunidades nos habla de un Dios distinto al que vende la religión popular de la condena y la persecusión. Si de los fariseos dependiera muchos personajes de la Biblia deberían ser raídos de la historia, pero están allí para decirnos que nadie ha caído tan bajo que no pueda levantarse con la gracia divina.

Dios en su misericordia perdona, es dejar, deja ir, olvida, no recuerda nunca más, entierra, sepulta y no lo vuelve a traer a colación nunca más, distinto de los humanos que “perdonamos”, pero no olvidamos nunca. Otra razón para agradecer que es Dios quien perdona.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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